sábado, 24 de enero de 2009

Camareros y albañiles

Un rápido y superficial paseo por los sectores económicos a los que ya afecta la crisis de forma aguda, basta para evidenciar lo que realmente se avecina y. debería bastar para poner los pelos de punta incluso al más optimista. Porque lo peor de esta crisis no sólo no ha pasado, sino que está aún por llegar. Sólo un ciego o un político pueden no verlo.

Es más que previsible -desde mi punto de vista-, que a no mucho tardar, incluso las previsiones de la UE sobre la economía española, menos optimistas aún que las del Gobierno y que hablaban de un -2% de variación en nuestro PIB durante el 2009 se tengan que volver a revisar a la baja. Y todo ello sin necesidad de que tenga que ocurrir una segunda crisis financiera, algo que todavía no está completamente descartado por algunos economistas.

La situación de crisis galopante que vive el sector de la construcción es más que conocida. En 2009 las previsiones hablan de unas 150.000 viviendas iniciadas para todo el año, y supone la cifra mas baja de los últimos 50 años. La procesión de promotoras y constructoras ante los juzgados continúa. Cemento, cerámica, vidrio, sanitarios, carpintería, mobiliario, suministros para el hogar, etc., colapsan en sintonía. Este sector llegó a generar el 13% de nuestro PIB.

Comparable repercusión mediática está mereciendo el sector del automóvil. Los ERE se suceden uno tras otro; la producción, en un 80% destinada a la exportación, cae de forma importante. Pero no tanto como las ventas en nuestro mercado interior, afortunadamente. Si la producción automovilística española hubiera estado destinada principalmente al mercado interior, la caída de la producción y su efecto sobre el empleo hubieran sido auténticamente demoledores, comparables al crack experimentado por la construcción. Su correspondiente industria auxiliar, concesionarios, incluso autoescuelas, siguen el sendero marcado.

El turismo, lastrado por la situación exterior y muy principalmente por la fuerte depreciación de la libra, sufre también una fuerte caída en su actividad. La hostelería en general por su parte, se resiente de la debilidad del consumo y también ha iniciado la senda de la reducción de empleo.

Qué nos queda? Una economía como la española, en la que el aporte tecnológico es reducido y su competitividad escasa, que se asienta de manera tan importante sobre los tres sectores mencionados (construcción, automóvil y turismo), con un nivel de endeudamiento de las economías domésticas entre los mas elevados del mundo y con mayor dependencia energética que otras economías de su entorno, no lo tiene fácil.

Pero no ya siquiera para recuperar el crecimiento. Es que será difícil incluso frenar el deterioro.

La situación de los mercados financieros, que a nuestro modo de ver todavía está lejos de estabilizarse, no es previsible que cambie en mucho tiempo y si bien los tipos de interés nominales se mantienen a niveles muy bajos, siendo previsible incluso que continuarán bajando, las alegrías crediticias del pasado no volverán en mucho tiempo.

Esto, junto con otros varios factores, como el millón de viviendas sin vender que existen en este momento, elevado nivel de endeudamiento de las familias, incertidumbre, situación del empleo y otras, descarta la posibilidad de que la construcción pueda actuar de nuevo como motor de la economía ni siquiera a medio plazo.

El automóvil, aunque como decíamos dirige su producción en un 80% a la exportación, también depende de forma importante de algunos de los factores que afectan a la construcción, entre ellos la disponibilidad de financiación. Habiendo experimentado también su propio boom, tendrá ahora que sufrir su propio via crucis para purgar los excesos. Incluso es posible que no vuelva a ser el mismo nunca más, desde el momento que algunas empresas productoras radicadas en nuestro país se puedan amparar en la situación para trasladar la producción a otros países.

El turismo, sector siempre en un difícil equilibrio y cada vez sometido a mayores presiones tampoco creemos que presente perspectivas halagüeñas. Junto al aumento de la competencia exterior, con una oferta de creciente calidad a unos precios muy competitivos, el abaratamiento del transporte debido a la bajada del petróleo y -sobre todo- el previsible y deseable aumento en la seguridad internacional que el final de la era Bush supondrá, facilitará que una parte de la demanda turística internacional se dirija a otros destinos que ahora resultarán mas atractivos.

Y es que se ha dicho que España es un país de camareros y albañiles, lo cual es bastante cierto. Y no deja de ser difícil entender que, mientras se nos repite cada día que las nuevas generaciones son las más preparadas de nuestra historia, acaben convertidos inexorablemente en parados o en mileuristas, teniendo que elegir entre trabajar como camarero o albañil. Bueno, suele haber otras dos opciones frecuentes, administrativo o comercial de cualquier multinacional que decide, investiga, desarrolla y produce fuera y viene únicamente a vendernos sus productos aprovechando que la menor competitividad y desarrollo tecnológico de nuestra economía le da una ventaja comparativa.

¿Por qué no aprovechamos la crisis y decidimos apostar por una economía con menos albañiles y camareros?

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