martes, 4 de noviembre de 2008

¿Es justo ayudar a los bancos?

Quiero plantear una serie de reflexiones sobre algunos puntos que, aún teniendo poca utilidad práctica a la hora de atajar los actuales problemas económicos, poseen sin embargo suficiente relevancia para merecer al menos una breve parada.

Sin embargo, tales cuestiones (y por supuesto, muchas otras también relevantes que quizás vayan surgiendo en futuros posts), han sido obviadas desde que, hace ya algunas semanas, el gobierno americano anunciara su "bailout plan", o plan de rescate dirigido a salvar entidades financieras en crisis con dinero público.

Quiero aclarar que no pretendo referirme expresamente a ningún país en concreto, si bien necesariamente habrá algunas referencias mas o menos explícitas a casos particulares. Tampoco es mi intención pronunciarme sobre las cuestiones: lo que me gustaría es construir respuestas en base a vuestros comentarios.

La primera reflexión va sobre una cuestión fundamentalmente de carácter "moral": ¿es justo ayudar a los bancos? Para gestores y accionistas de las entidades en cuestión, con una lógica indiscutible, ya que van a ser los directamente beneficiados, la respuesta no ofrece ninguna duda: no sólo es justo, sino también necesario. Si no ayudamos a los bancos en problemas, será peor para todos.

Esta postura "oficial" no encuentra apenas oposición. Los ciudadanos, no saben/no contestan. Los bancos centrales, al fin y al cabo, también son bancos. Y los políticos asumen de inmediato los argumentos y consejos de los "expertos" sin la menor discusión ni crítica, mostrando sin pudor su supeditación al poder económico. Y se pasa a diseñar los planes de ayuda. Los cuales presentan una serie de "curiosas" peculiaridades:

-Son indiscriminadas. Las ayudas se dirigen a todas las entidades. No se selecciona previamente en base a ningún criterio, como eficacia en la gestión de cada entidad, mayores posibilidades de supervivencia, menores requerimientos relativos o cualquier otro.

-Las ayudas serán financiadas con dinero público, eso no se discute. Bien, podría haberse optado cuando resultara posible por inyecciones de capital sufragadas por los accionistas de los bancos (sus propietarios), pero parece que a éstos no les resultaba atractiva la idea de arriesgar su (propio) dinero en sus (propias) empresas y han preferido que sean otros los que lo aporten.

-En el diseño de los planes prevalece el interés de los beneficiarios en vez del de los ciudadanos. Por ejemplo, comprar activos tóxicos en vez de adquirir una participación en la propiedad de las entidades que diluye el capital previamente existente pero que al salvar a la entidad evita que las acciones acaben valiendo cero. Queremos ayuda, ¡pero que no nos cueste!.

-En general, no se cuenta en el diseño de los planes con la participación -ni siquiera a nivel consultivo- de economistas independientes. Las entidades financieras dan las pautas y bancos centrales y políticos las bendicen. Los ciudadanos otorgan.

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